MATADERO MADRID, NAVES DEL ESPAÑOL ESTRENA UNA MIRADA A LA MEMORIA HISTÓRICA A CARGO DE EMILIO DEL VALLE

Tras su estreno el pasado año en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, llega a Madrid «Antígona. Siglo XXI», una actualización del famoso texto de Sófocles a cargo de Emilio del Valle y su compañía (In)constantes Teatro. Interpretada por Montse Díez como Antígona, Chete Lera, Carolina Laupausa y Javier Ceballos al frente de más de una docena de actores, permanecerá en el escenario madrileño desde este jueves 2 hasta el 19 de febrero.

«Una historia que arranca al día siguiente de finalizar una guerra. Finalmente, son los restos del tiempo, de un naufragio, de una guerra, lo que queda, restos que hoy se recomponen para gozo público. Y eso es Tebas para nosotros», dice Emilio del Valle. «Los

restos de una ciudad sitiada, rotas sus casas, sus obras públicas, las ropas y las gentes, piedras desperdigadas, sin luz, con el sonido de la alarma metido en los huesos de los ciudadanos y el temor conviviendo con la esperanza de que todo haya acabado de una puta vez y hoy sea el día siguiente de un futuro en paz. No hay guerra justa, ni ciudad que merezca una guerra, que nada hacen, las ciudades. Por eso, una guerra es igual a otra, y está a otra, y así hasta la extenuación», añade.
Todas las ciudades en guerra se parecen, sus restos, nada tan parecido entre estos, los restos, de manera que sin salir de la Mérida

arqueológica podemos estar entrando en la Tebas del siglo IV antes de Cristo, o caminando por la Roma agotada por la caída del imperio o en las viejas instalaciones del Matadero, o en Madrid, mil novecientos treinta y nueve, o en cualquier teatro vacío, o en Palestina, Líbano, Afganistán, África.
«La universalidad de los textos clásicos sonará menos casual, más cercano, si pensamos en el conflicto socio-político creado a raíz de la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica. Para unos,las Antígonas contemporáneas, es imprescindible, para que todos los españoles se sientan igual ante el tribunal de la Historia. Para otros, es una forma de buscar la división de la unidad del Estado. Lo que es bueno para unos, los que no consiguieron enterrar los restos de sus muertos, es malo para otros que, habiendo enterrado a los suyos, teniéndoles presentes hasta en el callejero de sus ciudades y pueblos y en los muros de sus iglesias, entienden que buscar y desenterrar a los desaparecidos es algo así como reabrir heridas. Es probable que teman que los muertos hablen. Como Creonte», concluye Del Valle.