Se cumple un siglo del nacimiento de uno de los actores más enigmáticos del cine iberoamericano, Jorge Mistral. El intérprete, nacido en una ciudad valenciana, triunfó en el cine español de postguerra, durante una década, para después protagonizar éxitos en el cine y la TV de México, sin por ello olvidarse del todo de su tierra, a la que regresó periódicamente. A pesar de su gran popularidad durante dos décadas, su recuerdo ha quedado en un cierto olvido, en parte rodeado del halo de misterio que dejó su aparente suicidio.

Modesto Llosas Rosell, nació en España el 24 de noviembre de 1920. En aquel momento, el país estaba a punto de sufrir la guerra civil que pronto se vería culminada por la dictadura franquista. Pese a las dificultades, el valenciano no dudó en abandonar la carrera de derecho para dedicarse a su gran pasión, la música, y más tarde iniciar sus primeros pasos artísticos en el teatro, lo que le convirtió en el conocido actor Jorge Mistral.

Las habilidades del intérprete y su buen aspecto físico hicieron que los trabajos sobre las tablas no le faltaran, y con ellos su primer papel en el largometraje «La llamada de la mar» , de Josep Gaspar i Serra, para después protagonizar «La gitana y el rey» compartiendo cartel con una famosa Antoñita Colomé. Sin embargo, el lugar de Jorge Mistral parecía estar lejos de España, al otro largo del charco, donde decidió viajar con poco más de veinte años para buscar mayores éxitos.

«El derecho de nacer», del guionista y director Zacarías Gómez Urquiza, fue uno de los largometrajes que encumbraron al joven Mistral en México, convirtiéndose en la pareja de cartel perfecta para cualquier bella protagonista. El actor trabajó con grandes divas mexicanas como María Félix en «Camelia» o Silvia Pinal, para el film «Cabo de hornos».

Los éxitos de Jorge Mistral en México no hicieron más que lanzarle hacia el estrellato, trabajando en Estados Unidos y, por supuesto, en Europa, junto a otras grandes actrices internacionales como Sophia Loren, Yvonne de Carlo y Rossana Podestá. Además de volver a España para compartir reparto con grandes intérpretes como Sara Montiel, Amparo Rivelles o Nati Mistral.

«Era tan guapo que te desmayabas», exclamaba otra de sus compañeras españolas, la actriz Carmen Sevilla con la que trabajó en la película de Juan Antonio Bardem «La venganza». Precisamente, era su extraordinario físico lo que le convirtió, según el escritor y crítico de cine Rafael Aviñá, en declaraciones a La República, en un actor encasillado bajo el rol de galán: «Siento que no tuvo esa oportunidad de lucir como actor y le daban este papel de fórmula melodramática y yo creo que fueron pocas las películas en las que destacó su talento».

Aun así, su calidad artística y su enorme inquietud le hicieron dirigir tres films: «Crimen sin olvido», «La piel desnuda» y «La fiebre del deseo» , además de dedicarse a escribir poemas y a la declamación de versos en centros nocturnos.

Tuvieron que pasar unos cuantos años, hasta la década de los setenta, para que un Mistral más maduro encontrara por fin, el momento para mostrar su calidad escénica en películas como «Las puertas del paraíso», de Salomón Laiter, en la que interpretaba a un personaje secundario pero con rasgos potentes y arriesgados.

La muerte llega a Mistral con cincuenta y dos años en Ciudad de México. En esos momentos, el actor, enfermo de cáncer de duodeno, continuaba trabajando con gran éxito para la televisión en la novela «Los hermanos Coraje» y para el teatro en «Los enemigos no mandan flores». Una mañana, el actor aparece muerto por el disparo que, según las fuentes del momento, él mismo se propició. Sobre la causa de su elección, algunos declararon que Mistral llevaba meses sufriendo dolores insoportables a causa de su enfermedad. Además, su viuda, Olga Marchetti, hizo mención a la enorme admiración que el intérprete sentía por el actor mexicano Pedro Armendáriz, que se suicidó a la misma edad también a causa del cáncer.

«La justicia tiene 12 años» fue su último papel en un film que se estrenó de forma póstuma, con esta película, Mistral regalaba al público sus últimos fotogramas con un hombre lejos de la vejez del que aún hoy quedan muchas incógnitas por resolver, aunque muchas de ellas se han quedado en el olvido.