The New York Times se hace eco, en la era de Internet, de cómo en la red se puede machacar cualquier película sin haberla visto

En la sección «Arts and Leisure», Scott ha recordado el reciente e inesperado despido de «Variety» del megacrítico fílmico Todd McCarthy y del de la sección de teatro David Rooney. Y les augura a los titulares de música clásica, danza y literatura un sombrío futuro semejante. La pérdida de estas voces autorizadas es tan sólo la punta de un iceberg. El crítico titular del semanal «Time» Richard Schickel escribió en marzo que la crítica cinematográfica ha dejado de ser útil y que no se trata de algo reciente: su inutilidad viene de mucho tiempo atrás.

Schickel es, sin duda, el que ha ido más lejos. Aunque es un hecho que si antaño la crítica importaba, ahora ya no tiene peso en las audiencias. Si antes se leía con devoción a James Agee, ahora las nuevas generaciones consultan la página web Rottentomatoes, en las que las películas se miden por tomates podridos (malas) y tomates frescos (buenas, mediocres, pasables u obras maestras, dependiendo del porcentaje de frescura). Cuando antes contaba un debate razonable y evaluación a partir del conocimiento, en nuestros días lo que cuenta son las webs arbitrarias, las políticas de marketing, los junkets masivos y las voces ruidosas de los blogeros. En estos tiempos de Internet, cualquiera puede ser un crítico y un rumor se convierte en noticia, aún sin contrastar.

En su artículo, Scott narra cómo estando en las oficinas de la cadena local televisiva de ABC, donde participaba en el programa de análisis fílmico semanal «At The Movies» -lanzado hace cuatro décadas por Roger Ebert y Gene Siskel y participado por los Estudios Disney-, llegó un ejecutivo desde Burbank para anunciarles la cancelación del legendario programa a mediados de agosto próximo. La noticia creó convulsiones y reacciones airadas en las vías de Internet. Scott había sido contratado con Michael Phillips, crítico de plantilla del diario The Chicago Tribune, y desde el principio intuyeron que el proyecto de renovación del prestigioso programa estaba condenado de antemano.

Scott comenta con amargura cómo el ejecutivo de Disney comentó que un programa de análisis cinematográfico de media hora a la semana y sindicado es un «dinosaurio». En estos tiempos, y con los weblogs y demás aficionados, «At the Movies» apenas podía encontrar su audiencia. Disney ha hablado de un programa «imposible de mantener». Scott confiesa que quizá él y Phillips deberían haber imitado a los fundadores, Ebert y Siskel, y su aparente relación de amor y odio frente a la cámara. Con humor alega: «quizá si hubiéramos imitado el formato antiguo, o lo hubiéramos destruído…o si fuéramos algo más atractivos, o nos hubiera gustado y alabado «The Blind Site» (que le valió a la humillada Sandra Bullock el Oscar hace un mes)…»

Scott se pregunta si la frase que el programa hizo famosa «pulgares arriba, pulgares abajo», en plan César romano, pudo significar el comienzo del actual declive de la crítica y análisis cinematográficos. Hoy día, cualquier persona con un ordenador puede condenar o alabar películas, casi siempre sin haberlas visto. «At The Movies» se llamó antes «Sneak Preview», «Siskel and Ebert» y «Ebert and Roeper» es ya casi historia. El crítico reconoce de la frecuente injusticia que supone elevar o machacar a una película con un comentario de 60 segundos. Scott reconoce que no se debe de hacer así: que se debe de iniciar un diálogo, un debate, un intercambio de pensamientos… y entonces los lectores se interesarían por los temas debatidos y las charlas se extenderían de una forma natural.

Y dice finalmente: «la crítica es un hábito de la mente, una forma de vivir en sinergia con la libertad y la independencia y una manera de conectar el cine con en relación con el resto de las bellas artes». Y concluye: «Hemos cerrado el círculo. El futuro de la crítica cinematográfica no va a cambiar mucho. Es un futuro triste y también, lleno de posibilidades. El mundo se desmorona, las noticias, raramente son buenas. Y siempre se llega tarde. Pero,…»la fruta está ya madura».