La ópera prima de Belén Funes, un drama social, tercer título español de la competición donostiarra

Tercera y última película española en la competición del Festival de San Sebastián, «La hija de un ladrón», que protagonizan Eduard Fernández y su hija Greta, bajo la dirección de la debutante Belén Funes. La directora había dirigido un corto titulado «Sara a la fuga» sobre una adolescente que vivía en un centro de acogida y que no veía a su padre desde hacía años. Ahora con «La hija de un ladrón» ha desarrollado aquella idea dando lugar a un drama duro y social.

La película habla de dos personas muy distantes que se necesitan mutuamente pero que no son capaces de reconocerlo, un drama sobre las relaciones familiares, centrado en la historia de una joven que sueña con tener una familia. La trama presenta a Sara, que tiene 23 años y un hijo de 6 meses. Lo que más desea es trabajar, recuperar a su pareja y tener una familia. El único impedimento será su padre.

Según Belén Funes, «la protagonista, Sara, es una mujer fuerte, confrontada siempre con la realidad que, como muchas jóvenes igual que ella, están deseando amar». El ladrón, ha contado Eduard Fernández, «es un hombre que no sabe cuidarse, no sabe quererse, que tiene un vacío interior brutal, emocionalmente más que inculto; un negado -dice-, con un punto de egoísta y de ir a su bola, es decir: de padre no tiene nada”. Y la hija, Sara, «pretende cortar el cordón umbilical, es una valiente que quiere desarraigarse de la familia, total nada”.

Greta Fernández ha contado que no le costó mucho la fragilidad de Sara, sino lo contrario: «interpretar a un personaje que no podía estar triste porque si se dejaba, se tendría que acostar y ponerse a llorar. Me gusta su inteligencia y que reacciona a la vida: tengo un hijo, lo cuido, necesito trabajo, lo busco, tengo que tirar para adelante, lo hago. No cuenta mucho las cosas. Y yo no soy así”.

Belén Funes firma una película «de cabos sueltos, no del todo conclusivo, y donde el espectador tiene que ir rellenando los huecos que quedan libres, ya que quería contar desde el presente y cuando cuentas desde el pasado tiendes a sobreexplicar las cosas”, según sus palabras.

El resultado es una cinta seca, austera, donde «se han rechazado todas las tretas del lenguaje cinematográfico. La realidad tiene muchos huecos que no acabamos de entender y que nuestra cabeza acaba de rellenar”, ha desvelado la directora y de ese modo ha trasladado ese sentimiento, primero al guion y luego a la puesta en escena: quería que el espectador lo percibiera «un poco como un documental y para eso había que desestabilizar la realidad”.