El director serbio se descubre como un actor soberbio a bordo de «L’affaire Farewell», que Christian Carion ha presentado en Courmayeur

Kusturica es el ingeniero ruso Vladimir Vetrov, conocido como el General Grigoriev dentro del KGB, que en el Moscú de 1981, decepcionado por el rumbo que había tomado el sistema comunista bajo Leónidas Breznev, decidió no huir al Oeste sino quedarse dentro del sistema para trabar un complot de espionaje que pensaba cambiaría el mundo. Y lo hizo. «El asunto Farewell» -en el que tomaron parte activa Ronald Reagan, François Mitterand y Gorbachov- significó el comienzo del fin de la guerra fría, la llegada de la «perestroika», la caída del Muro de Berlín y la alteración del mundo tal y como había sido conocido hasta entonces.

«Todo el mundo tiene sus razones», decía Jean Renoir y como él, Carion ha decidido contar una gran revolución desde la intimidad y también espiritualidad de Grigoriev, un hombre con grandes miras, un lobo solitario dispuesto al sacrificio para que los cambios fueran posibles. También un amante marido de Natasha y padre de Ygor. Lector de Rimbaud y oyente de Leo Ferré. Un «espía» que mostró al confiado Occidente lo que el sistema soviético sabía de los asuntos top secret norteamericanos y que supo ver lo que se venía antes que los demás. Y no le importó sacrificarse por ello.

Grigoriev actuó con la ayuda -malgre loi- de un ingeniero francés establecido en Moscú, Pierre, interpretado por Guillaume Cantet. Con lo cual, Carion se ha atrevido a dirigir a dos realizadores en una misma película. Pierre se resiste pero el descubrimiento de la enormidad de los secretos de Estado que Grigoriev conocía le impulsaron a actuar, dado que constituían el mayor caso de espionaje de la «guerra fría». Todo ello, pese al horror de su esposa Jessica, la siempre espléndida Alexandra Maria Lara. Farewell, el nombre en código que le otorgaron los servicios secretos norteamericanos, decapitó desde dentro un red de conocimientos que habrían situado al KGB a la cabeza del mundo por el exacto conocimiento de los secretos científicos, militares e industriales de la mayor de las potencias mundiales.

El francés Christian Carion (Cambrai, 1963) ha dado tres veces en la diana. Con su «ópera prima» «Una chica de París» (2001), protagonizada por Michel Serrault y Mathilda Seigner, atrajó sólo en Francia 2.500.000 espectadores. La segunda, «Feliz Navidad», ubicada durante la Gran Guerra en 1914 representó a Francia en los Globos de Oro y los Oscar de 2006. Ahora, ha logrado una conmovedora, vibrante e íntima historia de un lobo solitario dispuesto al sacrificio por el que Emir Kusturica pone toda la carne en el asador. Junto a él y Cantet, Niel Arestrup, David Soul (de «Starsky y Hutch», irreconocible), Willem Dafoe (tan aristado como siempre) y en los roles presidenciales, Fred Ward, Philip Magnan y Valentin Varetsky. Ya sólo le quedan 48 horas a esta edición del acogedor Noir In Film, en el corazón de los Alpes italianos.