LA FAMOSA OBRA DE DANIEL VERONESE ESTE sÁBADO 11 EN EL TEATRO JOVELLANOS

De repente, un hombre atado y amordazado irrumpe a empellones en el hogar de Berta… Comienza el juego retorcido. Histrión Teatro pone en escena «Los corderos» (1992) del argentino Daniel Veronese, quién dibuja una trama a galope que visita antiguas cicatrices y abre la puerta al escalofrío con continuas sorpresas, cambios de ritmo y de perspectiva que obliga al espectador a replantearse continuamente lo que está viendo.

istrión Teatro, la joven compañía andaluza que se ha ganado a pulso un lugar propio dentro del teatro nacional, pone en escena «Los corderos», una de las primeras obras (1992) del argentino Daniel Veronese, autor de referencia por piezas como «Mujeres soñaron caballos» con obras en las carteleras argentinas (su país de origen) y en las españolas. La obra llega al Teatro Jovellanos de Gijón este sábado 11 de junio.
De repente, un hombre atado y amordazado irrumpe a empellones en el hogar de Berta. Ella le reprocha que invada su hogar sin ser invitado. Él alega que lo han llevado a la fuerza. No son desconocidos, fueron amantes en otro tiempo. Hay muchas cuentas pendientes entre ellos, algunas son cuentas sobre los años del terror y las «desapariciones” en Argentina; otras son cuentas de traición al amor, de abandono. Faltan en escena el ex marido de Berta, presunto salvaje, el buen vecino que ejerce de ángel de la guarda, dice ser médico y ríe como el Joker. Y hay una hija, y en un cajón una pistola. Y los secretos…
Se trata de una historia desgarrada que comienza, para el espectador, como un teatro del absurdo que va tomando forma a lo largo de la función adquiriendo tanta fuera que hace que nos quedemos petrificados, de placer, en nuestra localidad. Veronese dibuja una trama a galope que visita antiguas cicatrices y abre la puerta al escalofrío con continuas sorpresas, cambios de ritmo y de perspectiva que obliga al espectador a replantearse continuamente lo que está viendo. Una ensalada de víboras vivas protagonizada por unos personajes embargados por ese inquietante desmadejamiento emocional que vibra en las criaturas de este autor y director argentino. Hay humor ominoso y crueldad, como si Ionesco y Beckett hubieran decidido saltar a la comba sobre un precipicio.