El director taiwanés presenta en Cannes «Nie Yinniang», una bella, magnética y deslumbrante historia de una venganza

Ávido lector de literatura tradicional china en su juventud, hoy se inspira en ella para realizar «Nie Yinniang» («The Assassin»). El taiwanés Hou Hsiao-Hsien, Premio del Jurado en 1993 por «El maestro de marionetas»), realiza por primera vez en su carrera una película de capa y espada ambientada en China en el siglo IX.

«Nie Yinniang» es la historia, situada en el siglo IX, de una joven secuestrada por una bruja. La joven crecerá en la sabiduría milenaria de la muerte cierta. Cuando la maestra obligue a su pupila a volver a su tierra para acabar con la vida de los que tiempo atrás fueron los suyos ya nada tendrá remedio.

Antes de ser una película, «Nie Yinniang» es una novela corta que lleva el nombre de su protagonista, una justiciera que mantiene la paz en la provincia de Weibo. Cuando Tian Ji’an decide desafiar la autoridad del gobernador, se ve enfrentada a un dilema: eliminar al rebelde de quien está enamorada. Para interpretar a estos amantes y adversarios, el exquisito Hou Hsiao-Hsien («Flores de Shanghai») colabora nuevamente con Shu Qi, con quien ya había trabajado en «Millennium Mambo» y «Three Times», y Chang Chen, que también formó parte del reparto de «Three Times». El resultado es una película de deslumbrante belleza en la que interesa más los tiempos muertos que la propia acción del filme.

La historia original de «Nie Yinniang» pertenece al chuanqui, género literario tradicional chino. «Es una literatura llena de detalles relativos a la vida cotidiana», explica Hou Hsiao-Hsien. El ejercicio resulta ser algo inédito, pero el director se rehúsa a someterse a los códigos de las películas de kung-fu: «guerreros que vuelan por los aires, ese no es mi estilo». Hou Hsiao-Hsien prefiere inspirarse en el wu xia pian japonés, «primo» del chuanqui, particularmente en la obra de Akira Kurosawa. Así, la violencia y las acrobacias pasan a un segundo plano, y se destaca la filosofía de los personajes.

Sin embargo, en el plano técnico se mantiene fiel a sus principios: «Me gustan mucho los largos planos secuencia que abarcan completamente el segundo plano de los personajes y el contexto de los objetos que les rodean». El llamado líder de la Nouvelle Vague taiwanesa imagina al público «sentado a orillas de un torrente», testigos de la calma y de los remolinos, dispuestos a dejarse llevar por la corriente.