Protagoniza «Dancing on the Edge» que sigue a un grupo de cantantes negros de jazz que atraían a las clases altas londinenses en los años 30

Jacqueline Bisset está de vuelta. Lo ha logrado el excéntrico director Stephen Poliakoff tras cuatro décadas de ausencia del cine británico. Escrita por él, «Dancing on the Edge» sigue a un grupo de cantantes negros de jazz que atraían a las clases altas londinenses en los años 30. La historia incluye racismo, prejuicios sociales y nacionalismo.

Bisset, ya con 68 años y bellísima, fue descrita en «Newsweek» como «la más bella actriz de todos los tiempos» ha dicho al Observer que quería regresar con estas historias para reforzar su músculo interpretativo. De orígen británico y francés ha añadido que los realizadores norteamericanos no saben aprovechar a las actrices europeas por ser menos sensibles a estos personajes. «No entienden las increibles emciones que traemos las mujeres, el tono de la piel o nuestra feminidad».

Residente en Estados Unidos, comparó a Poliakoff con Ingmar Bergman que, por ejemplo, con Harriet Anderson «convertía los rostros de sus actrices en mapas humanos». Y finalizó manifestando lo decepcionante de las ofertas que las actrices europeas reciben en USA, una vez que han alcanzado la fama en sus países. Y citó el caso de Marion Cotillard, que se convirtió en una estrella mundial por su emocionante retrato de Edith Piaf y lo decepcionante que es verla recientemente en el último «Batman».

Su último film británico fue «Asesinato en el Oriente Express» (1974), causando sensación tres años más tarde en «The Deep», buceando en poco más que una pequeña camiseta, y en la burla del Bond «Casino Royale» (1967). En títulos más serios, «Dos en la carretera» con Albert Finney y Audrey Hepburn, «El detective» frente a Frank Sinatra y «Bullitt» con Steve McQueen. Ha trabajado con genios del calibre de John Huston, George Cukor, François Truffaut y Claude Chabrol, entre otros. Nacida y criada en Inglaterra, ha pasado la mayor parte de su vida en Estados Unidos, aunque nunca quiso quedarse. Pero se enamoró del actor Michael Sarrazin y se quedó. «Pero mis ataduras emocionales están en Europa».

«No quiero ser encasillada. Prefiero ahora roles de trabajadora que de dama con cuchara de plata y copa de champán. Me gustan películas como «Jean de Florette», historias humanas y personales». Entre sus actores favoritos, Johnny Depp o Brad Pitt por atreverse con proyectos fantásticos. Y es que «a nadie le gusta ser encasillado».