José Luis Gómez se mete de nuevo en la piel del gran intelectual para explorar su perfil más humano en «Unamuno: Vencereis pero no convencereis» en el Teatro de la Abadía de Madrid

Un actor se prepara en su camerino para encarnar a Miguel de Unamuno. Se mira en el espejo y el gran escritor, pensador y catedrático le interpela desde el otro lado. Ahí nace la conversación con apariencia de monólogo que articula «Unamuno: venceréis pero no convenceréis», la tercera ocasión en la que José Luis Gómez se mete el la piel del gran intelectual bilbaíno. Esta vez para celebrar su «valentía intelectual», la plena vigencia de su ideario y la necesaria actualidad de sus palabras con un monólogo íntimo sobre una de las figuras más relevantes del siglo XX.

Indaga esta vez Gómez en el perfil más humano de Unamuno, oculto tras la seriedad y el rostro adusto «de un intelectual lleno de contradicciones». Encadena sus reflexiones, cartas y poemas tardíos con el memorable discurso que pronunció el 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Recrea sus últimos meses de vida, días de reclusión, soledad y desencanto, antes de fallecer el 31 de diciembre de 1936. Un tiempo de «desnacer», según Unamuno, que el actor y académico José Luis Gómez revive al encarnar al novelista, pensador, poeta, profesor, traductor, dramaturgo, insigne miembro de la Generación del 98 y el más joven rector de la larga historia de la Universidad de Salamanca.

En 2015 se metió por primera vez en la piel de Miguel de Unamuno (1864-1936) como protagonista de «La isla del viento», la película de Manuel Menchón sobre el destierro en Fuerteventura. El 12 de octubre de 2016, a los 80 años de la famosa alocución del «venceréis pero no convenceréis» en Salamanca, Gómez recreó en el mismo lugar y a la misma hora el legendario discurso de Unamuno en defensa de la razón. «Son las palabras de un viejo enfrentado al dragón del fascismo; un ejemplo de coraje civil que no se ha repetido», dice al actor y académico. Unas palabras «muy necesaria hoy» en un momento «doloroso» con «graves problemas para la democracia española».

La nueva evocación teatral de Unamuno se plantea «en un juego de espejos dialécticos como el que caracteriza su escritura». El espejo escénico permite al Otro reflexionar sobre quién fue Unamuno, viajar en el tiempo para mostrar lo que vivió. «A veces no puedo romper la leyenda que han tejido alrededor de mí. Estoy encapuchado, indefenso en ella; y mis historiadores contarán mi vida como el mundo la ha visto, no como la he vivido», afirma el Unamuno crepuscular y especular al actor que «aspira a guardar vivas sus palabras para que nunca más sean olvidadas».

«Nunca estuvo de acuerdo con nada y peleó siempre contra todos los poderes establecidos», recuerda Gómez de un Unamuno contradictorio y huraño pero «de profunda honradez intelectual y humana». Un lúcido pensador cuyo ideario «sigue muy vivo y vigente» y cuyas palabras «parecen escritas hoy». Evocó luego su decidido apoyo a la República, su posterior desencanto por su incapacidad para mantener el orden público y evitar desmanes como el asesinato de Calvo Sotelo, que le llevaría a apoyar el alzamiento de Franco. Lamentaría luego que quienes iban a restablecer el orden y la ley ajustician y asesinan sin ley ni orden.

Lo condena con sus osado discurso en Salamanca, «un acto en defensa de la dignidad, la justicia y la libertad» a juicio de José Luis Gómez, pronunciado ante académicos, falangistas, legionarios y periodistas. Abrumado por las ruinas de la guerra, la angustia y el sentimiento trágico de la vida, acomete Unamuno «uno de los hechos de mayor valentía intelectual de la Historia de España». «Más que un acto de coraje es un acto de expiación», plantea el actor y académico. «Expiación es la palabra más adecuada porque Unamuno era una persona de gran espiritualidad, aunque no necesariamente religioso», precisa Gómez.

«El reconocimiento de este trágico error, pagado con remordimiento y quizá la muerte, termina por convertirse en el verdadero motor del espectáculo», explica el actor y dramaturgo. Con su montaje pretende «entrar en esa enorme contradicción que sufren y viven muchísimos intelectuales de la época, de Marañón a Ortega».

«El contexto actual nos demuestra que la figura y la palabra de Unamuno es absolutamente urgente y necesaria. Nos enseña que solo el diálogo puede crear una base sólida para una sociedad en democracia», insistió el actor, lamentando que hoy «falten voces intelectuales comprometidas con el presente» como la de Unamuno. «La implicación civil es un acto de generosidad, y no una pretensión de vigencia. Hay demasiado ruido y quienes piensan tienen mucha dificultad para hacerse oír. Con tanto ruido es difícil afinar la voz y se oyen muchas voces impostadas», concluye.

Para este desafío ha tenido Gómez como consejeros a Colette y Jean-Claude Rabaté, excelsos biógrafos de Unamuno. También a Pollux Hernúñez, participe del texto y la dramaturgia de un espectáculo que Gómez codirige junto al canadiense Carl Fillion.

La función que se representa en el madrileño Teatro de La Abadía, jornada en la que el santuario escénico celebra con el estreno su XXIII aniversario. Sirve también para celebrar los primeros ocho siglos de la Universidad de Salamanca, de la que Unamuno fue el más joven rector. Gómez debía estrenar en la universidad más antigua de España y una de las más antiguas de Europa, creada en 1218 y que coproduce el montaje. Pero recibirá el montaje en octubre, tras ceder el honor del estreno a La Abadía que lo tendrá en cartel en la Sala Juan de la Cruz hasta el 4 de marzo.