El actor, que promociona estos días «Soul Surfer», se siente feliz de llevar dos décadas limpio

Alguien debería recomendar a Charlie Sheen que se compre el número de esta semana en los kioskos de la revista Neewsweek. En ella, un honesto y auténtico breve relato de Dennis Quaid de sus años de cocaína y malos hábitos en Hollywood, cuando la droga formaba parte del pago por película y los novatos de éxito no sabían cómo manejarlo sin ayuda de sustancias. «Tenía la reputación de ser un chico malo y a mí me parecía bien, pero básicamente no me daba cuenta que tenía mi cabeza clavada en mi culo», así comienza la confesión que es «Mi error favorito».

La cuestión coincide con el hecho de que el pequeño Quaid -el mayor, Randy, se encuentra huido a Canadá y en búsqueda y captura por la policía norteamericana por delitos graves- tiene nueva película que promocionar, «Soul Surfer», pero lo cierto es que su ensayo tiene el valor de oro molido por su verdad.

Se trata de un artículo inesperado y original, y vehiculado en una revista de gran tirada y credibilidad. Sigue el actor de «Gran bola de fuego». «Viniendo de donde yo venía, familia de clase media-baja de Houston, el súbito éxito en Hollywood me cogió por sorpresa y no supe cómo manejarlo. Casado con Meg Ryan, la entonces «novia de América», supo disimular su adicción, pero entró en rehabilitación en 1990. Hoy está enteramente limpio, se ha vuelto a casar y un vientre de alquiler le ha proporcionado un par de bebés gemelos.

Y habla verdades como puños de la desintoxicación: «no puedes creete eso de que luego todo va a ser fácil y mucho mejor que antes. Y que se trata de magia que sucede de un día para otro: «La verdad es que al principio todo va a peor. Tu vida y carerra sufren un parón y luego, van a la deriva. Quieres saber por qué, además de la dependencia física y emocional en la que entras, debes saber pedir ayuda para defenderte del problema del alcohol o las drogas». Y el miedo a que, una vez limpio, a nadie le interese un antiguo creafollones o revuelvemierdas, en sus palabras. «No es divertido», sentencia.

Hace 21 años, Dennis Quaid comenzó a caminar por el sendero de la rehabilitación, pero sabe que siempre vivirá bajo ese estigma. Algunas carreras se siguen erigiendo sobre la imagen del fiestero fuera de control (véase Lindsay Lohan) y el ejmplo mayor es Charlie Sheen que ha convertido en un show el estar directamente loco y haber perdido hasta el último tornillo. «¿Qué reality show va a admitir a alguien sobrio pudiendo tener a borrachos gritones, adictos a todo tipo de sustancias alucinatorias o cualquier forma de comportamiento censurable?», se pregunta. El vicio destruye el cerebro y vacía la cuenta corriente, pero inspira lo que el actor define como «la mejor imitación de un gilipollas…pero siempre hay proyectos para los gilipollas». En Newsweek confiesa que la sobriedad le ha enseñado «humildad», una cualidad que no cotiza al alza en la industria de Hollywood. Define que dejar la droga no es glamuroso, excitante, fácil ni divertido.

Pero se siente feliz de llevar dos décadas limpio, sano suficientemente para criar a sus hijos y hacer trabajos significativos como el de «Far From Heaven». Estas dos décadas las considera una propina vital porque de haber seguido como estaba, cree que habría muerto hace tiempo. Y como guinda del postre, «Mi error favorito», no una gran pieza literaria, pero sí una pequeña gran obra por su valor de honestidad y capacidad de persuasión. Además de Sheen y Lohan, Britney Spears debería también leerlo.