Un drama sobre la codicia de Lillian Hellman en el María Guerrero de Madrid

«La Loba» es todo un clásico de la literatura dramática norteamericana. Con claras reminiscencias chejovianas, la obra es un gran mural de las clases adineradas del Sur en los primeros años del siglo veinte. La autora fustiga la ambición desmedida y la falta de escrúpulos de muchos voraces especuladores que tras la guerra civil estadounidense se lucraron, fundamentalmente, con la industria algodonera. En la figura de Regina Giddens, potentada sureña, se condensa la codicia, la manipulación y, sobre todo, la inteligencia al servicio del lucro y enriquecimiento personal; sus tramas, sus intencionados silencios, su calculada afabilidad, su refinada psicología, la convierten en uno de los personajes más complejos y sugestivos del teatro contemporáneo.
«La loba» aborda la codicia y la falta de escrúpulos de los especuladores que, tras la guerra civil estadounidense, se lucraron con la industria algodonera. En este contexto, Hellman saca a escena a la familia de los Hubbard y Nuria Espert se mete en la piel de Regina Hubbard, la hermana mayor. Hellman describe a una familia que forma parte de las clases adineradas del Sur en los primeros años del siglo XX. La ambición y la avaricia que aparece en esta obra es «tan actual que nadie tendrá que explicar nada», en palabras de Nueria Espert. El reparto se completa con Héctor Colomé, Carmen Conesa, Ricardo Joven, Paco Lahoz, Markos Marín, Jeannine Mestre, Víctor Valverde e Ileana Wilson.

La obra describe a una heroína (o antiheroína) de nuestros días que termina tomando conciencia de que los hilos que mueven su compulsiva trayectoria -la implacable y feroz competitividad financiera-, conducen inexorablemente a un destino de frustración y soledad. La obra, por tanto, pone de relieve eso que el sociólogo Richard Sennet denomina corrosión del carácter en el capitalismo, y lo hace en un vibrante hervidero de emociones, ambiciones, anhelos y frustraciones de una próspera familia de una pequeña ciudad del sur de los Estados Unidos a principios del siglo pasado.
Según explica Nuria Espert, su personaje de Regina «no es una mujer reflexiva, sabe lo que quiere desde que tenía 18 años y es afortunada porque ha mantenido dentro una desesperación. En la obra tiene unos 60 años y mantiene la certeza de que va a conseguir lo que quiere». Este perfil tan complejo ha hecho que interpretar este papel «no haya sido tan sencillo» como imaginó la actriz.

Gerardo Vera asegura que esta obra se enmarca en el «primer sueño del capitalismo americano que ha dado lugar a tanta destrucción». Esta familia, que sirve a la autora para construir un drama, se muestra dispuesta a todo por conseguir acumular posición social y riquezas a costa de la explotación de colonias de negros. En palabras de su director, «es una obra desoladora» en la que se advierte una «contaminación familiar y una herencia maldita. Es una historia donde el amor no existe», afirma. Por ello, las miradas, los gestos, las pausas y los silencios son tan importantes aquí como los diálogos, porque los personajes no dicen todo lo que quieren, pero «la mirada es libre y en ella se condensa la ideología del personaje».
Juanjo Seoane, que es el productor de esta obra, recuerda que hace cinco o seis años le propuso a Nuria Espert protagonizar esta obra. Ella le contestó: «¿Tú crees?» y acto seguido compró los derechos porque sabía que se iba a realizar. A sus 73 años, se trata de su función número 105 desde que comenzó en el mundo teatral, en el año 1964.