53 DÍAS DE INVIERNO

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    Titulo original: 53 días de invierno
    Año: 2006
    País: España
    Duración: 91 min.
    Dirección: Judith Collel
    Guión: Gemma Ventura

    Intérpretes

    Mercedes Sampietro, Alex Brendemühl, Aina Clotet, Maria de la Pau Pigem, Montserrat Salvador, Silvia Munt, Joaquim de Almeida, Celso Bugallo, Abel Folk, Marcel Borràs, Imma Colomer y Xavier Pujolràs.

    Sinopsis

    Tres personajes coinciden una noche de invierno en una parada de autobús. Los tres asisten al abandono de un perro. Mila (Mercedes Sampietro), una profesora de instituto que vive sola y que lleva un año de baja tras sufrir una agresión por parte de uno de sus alumnos; Celso (Àlex Brendemühl), guardia jurado en un centro comercial, casado, padre de un niño pequeño y con graves problemas económicos. Su mujer, Ángela (Maria Pau Pigem), vuelve a estar embarazada, pero esta vez de gemelos; y Valeria (Aina Clotet), estudiante de violoncelo, con una turbia relación familiar y amorosa. Mantiene una relación amorosa con su profesor Hugo (Joaquim de Almeida). Sus padres se han separado hace poco y vive con su madre (Silvia Munt). Su padre (Abel Folk), se ha ido a vivir con una chica mucho más joven que él. Cada uno va a tener que enfrentarse a sus propios miedos y frustraciones, buscar por sí solo las respuestas a todas sus preguntas. ¿Es el invierno una estación de paso o puede llegar a ser un estado anímico crónico? ¿Es egoísta intentar ser feliz de nuevo si con ello haces daño a los tuyos o es del todo lícito, dado que sólo vivimos una vez? ¿Hasta qué punto los hijos son responsables del bienestar de los padres? ¿Qué hacer con la mala conciencia? ¿Traspasarla a otros? El secreto de la felicidad en esta sociedad, ¿consiste en sentirse útil? El feminismo y la lucha por la igualdad, ¿conducen a la las mujeres hacia la soledad? Todo son interrogantes que van surgiendo con el día a día de los personajes al ritmo pausado del invierno y de las suites de Bach. Y que calan como el frío. Mila es aparentemente lo que no queremos ver ni ser: la soledad, la madurez tardía, la decepción y el estancamiento. Su vida es la que no queremos llevar. Sin embargo, y a diferencia de otros personajes, Mila no huye de sí misma sino que planta cara a su monótona existencia y empieza a cambiar las cosas que no le gustan de ella. Desarrolla una curiosa relación de dependencia con la vecina que recoge perros abandonados (Dolores, que compensa así la mala conciencia que arrastra por haber abandonado a su hijo de pequeño), una dependencia recíproca hasta el punto que no sabemos cuál de las dos necesita más a la otra. Consciente de lo triste que puede ser su final, al verse reflejada en Dolores, Mila lucha por cambiar su propio futuro y ayuda a la vecina a recuperar su dignidad y lugar en el mundo. Al mismo tiempo, establece otra relación con una compañera de instituto que la anima a salir de vez en cuando. Instigada por ella, se apunta a una escuela de bailes de salón: el tango será su solución, su vía de escape, lo que le devolverá la sonrisa y le aportará, simbólicamente y por unos minutos, lo que le falta, una relación afectiva. A Celso su nueva situación familiar le supera, se siente impotente y se ve incapaz de salvarse a sí mismo. Nunca expresa delante de su mujer miedo, angustia o desasosiego. Tan sólo lo hace de noche, a oscuras. Es su peor enemigo, intenta constantemente huir de si mismo. Su vulnerabilidad es extrema y se identifica con los más débiles (perro abandonado, anciano que roba, vagabundo) a los que siempre intenta ayudar en un intento vano por ayudarse a sí mismo. Al perder su lucha interna contra su miedo e inseguridad se entrega a la evasión y al abandono. En su caída, consciente del dolor que causa en Ángela, Celso busca el castigo voluntario y para ello provoca la paliza que recibe. A partir de ese momento, Celso expía parte de la culpa que siente y empieza de nuevo a dirigir su mirada hacia la luz del hogar. Y Valeria tiene un futuro por delante lleno de promesas que ve amenazadas por su situación familiar y por el desasosiego que ésta le provoca. Siente culpabilidad y odio hacia sus padres. Es la única responsable de su madre, intenta cuidarla en un intercambio de roles que no le toca asumir, mientras la madre descarga en ella todo el veneno de su amargura, hundida en una profunda depresión. Valeria está rota en mil pedazos y se aferra a Hugo, un hombre casado bastante mayor que ella. Pide ayuda pero nadie la quiere oír. Cuando su única luz se apaga (Hugo), la única salida que encuentra es la huída. Más tarde asumirá las circunstancias y acabará olvidando porque es joven. Está también la madre de Valeria, una mujer que sido abandonada por su marido y vive con su hija. Tiene otro hijo que vive y trabaja en el extranjero. Ángela, la mujer de Celso es la que tira, anímicamente, de la familia. Es la protección y el sufrimiento que comporta el estar pendiente de los demás, es la madre entregada que vive por y para sus hijos y, sobre todo, es la resignación ante las circunstancias. Su actitud frente a Celso suele ser defensiva.

    Comentario

    La aventura existencial de unos personajes a los que la vida les da la espalda y ya no les sigue. La directora Judith Colell (“El dominio de los sentidos”, “Nosotras”) retrata a tres personajes que coinciden una noche en una parada de autobús de una ciudad cualquiera para seguir cada uno su camino. No volverán a encontrarse pero los tres compartirán los días más fríos de un invierno. Y una especie de torpeza emocional para afrontar los avatares de la vida desde el lado de los ganadores.