El director islandés presenta en la Seminci «Bergmál (Echo)», un trabajo que emplea los lenguajes de la ficción y el documental para «proyectar la vida»

El cineasta islandés Rúnar Rúnarsson ha presentado este domingo en la Sección Oficial de la 64 Seminci su tercer largometraje, «Bergmál (Echo)», un collage formado por 58 historias que transitan entre la cotidianidad islandesa y las emociones universales con el que el director ha cumplido su deseo de afrontar un proyecto totalmente distinto a los anteriores.

Su película, que se estrenará en noviembre en Islandia y en diciembre en otros países, surge de una antigua idea: construir una historia mediante breves fragmentos de la vida. Pero la puesta en marcha de este proyecto conllevaba dar un paso más, ya que según él mismo ha confesado en su comparecencia en rueda de prensa, suponía afrontar un formato distinto, alejado del tradicional canon griego centrado únicamente en el nivel narrativo.

«En el cine hay tres niveles de narración: la historia en sí misma, la visual y el sonido, y quienes producen proyectos cinematográficos se centran en lo narrativo. Lamento decir que el cine recurre cada vez menos a esos tres pinceles con los que se traza la historia», ha explicado el director, quien ha atribuido este hecho a la creciente presencia de coproducciones, que habitualmente recurren a la historia, «el idioma común».

Esta opción deja de lado las emociones del subtexto, que son en gran medida las que buscaba explorar en su nuevo largometraje, con el que finalmente se ha alejado de las estructuras clásicas para seguir los impulsos de su corazón, lo que le ha llevado a transitar por una senda menos concurrida y, en consecuencia, a correr el riesgo de encontrar dificultades para obtener la financiación que necesitaba.

La Navidad y la realidad son dos pilares sobre los que se asientan las 58 historias; en el caso de la primera, se trata de una época en la que las emociones humanas se amplifican, según ha explicado, y existe una «cierta expectativa social de comportamientos distintos», además de facilitar la conexión del público con lo que ve en la pantalla. La realidad se plasma no solo en lo cotidiano de los temas que aborda cada una de las historias, sino en el uso de planos fijos que propician la percepción de esa realidad por parte del espectador.

«En el cine cortamos el tiempo y cada vez que lo hacemos, el público se da cuenta de que es un artificio. En esta película nos movemos a caballo entre la ficción y el documental, y uso ambos lenguajes para proyectar la vida, mis visiones, mis emociones». Algo muy parecido sucede con la música, que se incluye al principio y al final a modo de prólogo y epílogo con el fin de evitar cualquier posibilidad de que el público detecte artificios en la construcción.

A la espera de la respuesta que el público a «Bergmál (Echo)», que Rúnarsson sabe que puede ser de desencanto en caso de que los espectadores esperen encontrar un trabajo similar a los que ha realizado hasta el momento, el director está abierto a cualquier proyecto de futuro dado que se guiará por los impulsos de su corazón: desde instalaciones de vídeo hasta experimentos sonoros, todo es posible a excepción de series de televisión.

«No tengo ni idea de lo que haré a continuación: siempre trato de seguir lo que dicta mi corazón. Tampoco sabía antes de esta película lo que quería hacer”, ha confesado antes de trasladar su deseo de que este largometraje, que compite por alzarse con la Espiga de Oro de la Seminci, «tenga eco» y sea reflejo de la vida contemporánea «también para el público español.