Una divertida buddy movie fuera de competición

Salvo que se sea una proyección independiente, el cine estadounidense que viene a Cannes lo hace siempre fuera de competición. Este es el caso de «The nice guys», tras el que se esconde el guionista de «Arma letal», Shane Black, ahora director, que repite fórmula en esta divertida y paródica película, en la que Russell Crowe y Ryan Gosling encarnan a dos patosos investigadores privados.

«The nice guys» resucita el espíritu de las buddy movies que hicieron furor en los ochenta y los noventa del siglo pasado, aunque le da un giro de tuerca que hace a sus protagonistas más antihéroes que nunca.

La cinta zambulle al espectador, a través de música funk y unos títulos de crédito retro, en el vibrante Los Ángeles de finales de los setenta, donde Jackson Healey (Crowe, muy en su papel de tipo duro) se gana la vida pegando palizas por encargo. En una de esas misiones se cruzará con el torpe Holland March (Gosling), quien se dedica a esquilmar a sus clientes como detective privado sin escrúpulos que se dedica a buscar a desaparecidos. Ambos deberán encontrar a la joven Amelia (Margaret Qualley), amenazada por su turbia participación en una película porno y por su madre, encarnada por Kim Basinger en otro claro guiño ochentero. Para ello contarán con la ayuda de la hija de March (Angourie Rice), quien aporta ciertas dosis de perspicacia y sentido común a los obtusos detectives.

Con «The Nice Guys», Shane Black crea una comedia original, «una mezcla de humor negro y drama en un estilo extravagante”, una combinación de película de acción con sketch policíaco. A través de descabelladas escenas, el prestigioso guionista maneja a la perfección los códigos del humor, utilizando tanto situaciones cómicas como diálogos sutiles. Los dos actores, Ryan Gosling y Russell Crowe, cuya complicidad se sintió durante el rodaje, son la clave para que el objetivo hilarante de la película se cumpla a cabalidad. Perfectamente ambientado en la década de los setenta, el largometraje nos invita a adentrarnos en un universo en el que los héroes pueden hacer todo, menos tener un comportamiento políticamente correcto.