«Milagro en casa de los López” se reestrena en el excelentemente restaurado teatro Reina Victoria, de Madrid
El teatro Reina Victoria ofrece un aspecto remozado, resplandeciente. Impecable. Cumple cien años y tiene nuevo propietario: el actor y presentador de televisión Carlos Sobera. Y ha emprendido su nueva andadura con un invitado inmejorable: Miguel Mihura. Y su obra «Milagro en casa de los López”.
Miguel Mihura escribió «Milagro en casa de los López” en 1964, el mismo año en el que concluyó «Ninette y un señor de Murcia”. «Milagro…” es una comedia de situación, con toques deliciosos, con esa suavidad tenue y delicada característica del teatro de Mihura. Tiene, además, dosis de suspense, de intriga. Mihura fue un lector casi obsesivo de Simenon. En las librerías del madrileño barrio de Salamanca, donde vivía, recordaban que acudía frecuentemente a preguntar si había llegado alguna nueva novela de Simenon. Y de Simenon aprendió a usar la intriga. Pero en ningún caso, ni siquiera en comedias de perfil policíaco, como «La decente”, Mihura dio un final lógico a la historia, sino poético.
Los López, Mercedes y Jerónimo, se aburren porque llevan diez años casados y sin salir nunca de casa. Los motivos del encierro se sabrán durante la función. Pero de repente irrumpen en sus vidas dos extraños personajes que rompen toda la monotonía. La obra está magníficamente interpretada por Nuria González y Nacho Guerreros, dos intérpretes muy queridos por el público por sus personajes en series de televisión. El director y autor de la versión, Manuel Gancedo, ha respetado el espíritu de Mihura, pero ha introducido elementos que provocan cierta saturación. Ha buscado imprimir un ritmo rapidísimo a la obra, acorde a como se representan ahora la mayoría de las comedias, pero el teatro de Mihura precisa lentitud, de tiempo para saborear el ingenio de las frases, lo extravagante de los personajes, el matiz absurdo de la trama: el envoltorio poético del texto. Una obra de Mihura debe discurrir con la pausa de las viñetas de ‘La Codorniz’. Es un teatro que quizás en algunos aspectos se haya quedado antiguo, pero es un teatro sublime. Tal y como es. Mihura no es Yasmina Reza. Es Miguel Mihura. Un autor genial. Pero en todo caso no estamos hablando de un Mihura asesinadito. No. Sino de un Mihura algo acelerado. No resulta necesario que los actores hagan tantos aspavientos. Ni que alguno ponga voz de personaje de dibujos animados, lo que dificulta que se entienda lo que dice.
Pero aquí está Miguel Mihura. Y su teatro. Vivísimo. Al final, la noche del reestreno, todos recibieron una larguísima ovación. También por parte de la infanta Elena, que acudió al encuentro con Miguel Mihura y del felizmente restaurado teatro Reina Victoria de Madrid.
