También en competición, «La cautiva», de Atom Egoyan, el secuestro de una niña que conmociona a su familia

«Sueño de invierno» se desarrolla en un hotel situado en el corazón de Turquía. Un actor jubilado, su hermana y su esposa observan cómo el invierno se instala poco a poco sobre la estepa. Nieva, hace frío y a medida que una capa de nieve cubre Anatolia, los protagonistas se aíslan. Se desgarran.
En la película, la región tan querida de Nuri Bilge Ceylan adopta tonos fríos en el exterior y cálidos en el interior. Nieve, nubes espesas, el director nos muestra una nueva faceta de estas llanuras, totalmente opuesta a las que nos mostró en Érase una vez en Anatolia, reservando tonos anaranjados e intimistas para las escenas interiores.
Otra cara pero no menos dura. Mientras que en su anterior película, «Érase una vez en Anatolia» se veía cómo la escena progresaba hacia un decorado nocturno o la estepa, tanto seca como reverdecida, en «Sueño de invierno» deja lugar a la nieve. Los copos blancos, presentes también en Lejano y Los climas, constituyen un elemento recurrente del director. Fría y dura, un momento basta para fundir la nieve, al igual que sucede con los personajes de Bilge Ceylan, en perpetua metamorfosis. Anatolia también es esto, un decorado cambiante, un amontonamiento de praderas y relieves donde cada colina esconde una nueva sorpresa.

Por su parte, el cineasta canadiense Atom Egoyan examina en «The Captive» («La cautiva»), que protagonizan Ryan Reynolds y Rosario Dawson, la erosión de las relaciones entre los allegados de una niña que ha sido secuestrada. Un enfoque que recuerda al que el director ya había adoptado en «El dulce porvenir» (1997), obra emblemática de su filmografía.
«La cautiva» habla de una niña que desaparece repentinamente en el aparcamiento de un restaurante con el asfalto recubierto por una espesa capa de nieve, las vastas llanuras de la provincia canadiense de Ontario: el decorado glacial de «El dulce porvenir» reaparece en «La cautiva». Atom Egoyan, adepto a las estructuras no lineales donde se suceden los estratos temporales, ha recurrido a los códigos del thriller psicológico para explorar cómo este secuestro destruye poco a poco las relaciones entre los protagonistas del drama.

La intención de Atom Egoyan en su decimocuarto largometraje, recuerda a la que le había guiado en «El dulce porvenir», su película más notable desde sus inicios en la dirección. Aquel drama, que contaba la desesperación de una pequeña comunidad conmocionada tras la muerte accidental de sus niños, recibió en 1997 el Grand Prix en el Festival de Cannes. Egoyan, para quien el cine representa «un acto de inmersión emocional y sensorial», urde aquí la intriga de su película mediante pequeños toques y una narración muy visual, situando su eje en torno al sufrimiento y el sentimiento de culpabilidad de los padres. «El tema de la familia es un material muy emocional para mí, fundamental en mi trabajo», ha explicado tras el estreno de la película.
Atom Egoyan admite que disfruta imaginando historias que implican al público en la construcción de la narración y que le conducen a interrogarse. En el caso de «La cautiva», afirma que intentó «mezclar» las pistas combinando los planos clásicos con secuencias rodadas con cámaras de videovigilancia. Para preparar la película, el director se reunió con muchos investigadores que luchan contra la pornografía infantil. «En «La cautiva», los hombres toman malas decisiones, en un momento u otro de la historia. Esta película también muestra la debilidad de los hombres y la fuerza de las mujeress», ha afirmado.