El director estadounidense Alexandre Rockwell, que sorprendió en 2013 con la película «Little Feet» con sus propios hijos como protagonistas, ha regresado a la Seminci con otro largometraje con su familia al frente del elenco: «Sweet Thing». Se trata de la historia de dos adolescentes que deben salir adelante en el seno de una familia desestructurada, con un padre alcohólico y una madre ausente. Y lo hace de nuevo de la mano de sus hijos, Lana y Nico Rockwell, sumandose además al elenco su esposa Karyn Parsons.

La película, rodada mayoritariamente en blanco y negro, narra como, para Billie y Nico, la vida con su padre en New Bedford (Massachusetts) es una montaña rusa en la que las bromas alegres y los momentos de desasosiego se suceden sin solución de continuidad. Cuando él cae en las garras del alcohol, las lágrimas anegan una vida familiar que parecía idílica. Tampoco ayuda mucho la madre, una mujer irresponsable y casi siempre ausente. Pero la amistad de los hermanos con Malik, un chico de la edad de Billie, los libera de sus grilletes. Juntos se embarcan en un viaje hacia el fantástico y poético mundo de la infancia: un mundo invisible para los adultos que les rodean.

“Me sorprendió que «Little Feet» recibiese la estupenda recepción que tuvo y decidí hacer una especie de secuela, en la que he intentado capturar la misma idea: la poesía de la enorme imaginación que tienen los chavales. Asumí el riesgo como director y, pese a las dudas, la verdad es que tuve suerte”, ha comentado Alexandre Rockwell por videoconferencia desde Estados Unidos reunido en el salón con el resto de su familia. En «Sweet Thing» el desafió ha sido mayor, ya que los protagonistas son adolescentes y tienen ese gran deseo de libertad: “Cuando se encaminan a la edad adulta se tienen que adaptar a una serie de reglas de conducta y constricciones a las que, más tarde, subyacen tendencias como el racismo. Es un choque y es normal que los niños se pregunten si han hecho algo malo, es un dilema que enfrentan todos”, ha indicado el director.

Para Lana Rockwell «el trabajar con la familia tiene “ventajas y desventajas, pero trabajar así también lo hace más fácil”, ha indicado la adolescente, más interesada en contar historias que en actuar. “Es algo que he heredado de mi padre”.

También en competición «El profesor de persa», de Bielorusia, en coproducción con Rusia y Alemania, una película rodada con gran clasicismo que nos retrotrae a los campos de concetración durante la segunda Guerra Mundial. Dirigida por el ucraniano Vadim Perelman («Casa de arena y niebla») instalado en EE.UU., la acción se inicia en Francia, 1942. Gilles es arrestado por soldados de las SS junto con otros judíos y enviado a un campo de concentración en Alemania. Allí consigue evitar la ejecución al jurar a los guardias que no es judío, sino persa. Gracias a esta artimaña, consigue mantenerse con vida, pero tendrá que enseñar un idioma que no conoce al cruel oficial del campo, para lo cual se inventa un idioma gracias a diferentes trucos nemotécnicos. Al tiempo que una gran amistad crece entre ellos, las sospechas de los soldados no tardarán en aparecer.

Se trata de una película impectante con un final muy emitivo, que da alas a la historia: “La película es un homenaje a las víctimas: se mantienen en la memoria los nombres de quienes fueron asesinados y aunque normalmente se olvidarían, a través del personaje principal se conservan”, ha explicado durante la rueda de prensa, en la que ha intervenido desde su casa de Los Ángeles, Perelman. En este sentido, ha confesado la importancia que esta película y el tema tienen para él por lo que, aunque exista el riesgo de que la gente se canse, ha considerado relevante seguir haciéndolas.