La película, una sorprendente mirada con realismo mágico a los grupos de los 90, presentada en la competición del Málaga

«Todos están muertos» es la ópera prima en el largometraje de Beatriz Sanchís, una comedia dramática con mucho de realismo mágico, que busca mostrar la lucha por salir adelante en condiciones difíciles y del valor de la familia con tres generaciones diferentes, madre, hija y nieto, y con la música como un elemento fundamental. La película ha sido muy bien acogida este jueves en el Festival de Málaga.

Elena Anaya es Lupe, una vieja estrella de rock de los 90 vive encerrada en su casa con una agorafobia galopante. Con su hermano Diego formaba un grupo de rock, cuyo primer disco se convirtió en un éxito arrollador. Pero Diego murió en un accidente de tráfico y el grupo se deshizo. Ahora vive con su madre Paquita, una mexicana supersticiosa de enorme corazón, que está ahí para hacerle la compra, para cuidarla en sus frecuentes crisis, y con un hijo adolescente que la detesta, Pancho, que Paquita también cuida como si fuera su propio hijo. Lupe se pasa el día encerrada en casa en bata y zapatillas, dedicada exclusivamente a cocinar tartas, pero no puede salir a comprar los ingredientes, es su madre quien lo hace. Pero a Paquita se le acaba el tiempo, le acaban de decir que va a morir, y solo tiene un objetivo: arreglar su familia para cuando ella ya no esté.
Elena Anaya es la gran protagonista de este debut de su amiga Beatriz Sanchís en la dirección, que escribió esta historia, ambientada en 1996, para ella y que hace un excelente trabajo. En el reparto están también Angélica Aragón como Paquita, Cristian Bernal, Patrick Criado, Patricia Reyes Spíndola y Macarena García.
La directora ha explicado en conferencia de prensa que la trama «tiene un pie en el pasado, que son los años 80, y otro en el presente de la película, que son los 90». En este sentido, ha incidido en que se trata de una cinta «compleja» y también «sencilla», por lo que ha sido «complicado» que todas las piezas encajaran entre sí para crear una película «arriesgada y especial; pero es lo que me apetecía hacer».
La cineasta cuenta que la película «habla de emociones universales, como la superación, el primer amor, la amistad, pero también las decepciones, de enfrentarse a la muerte y a crecer. Las tres generaciones y sus conflictos permiten que un amplio espectro de público se identifique con cada uno de ellos”. Para Beatriz Sanchís la trama bascula sobre tres elementos: fantasmas, vida y muerte, y familia: «La película es una historia de fantasmas: los fantasmas del pasado, los amores que pasaron y los familiares que ya no están. Es una historia de muerte: habla de la necesidad de trascender, mediante el anhelo de éxito o la herencia familiar, trascender para evitar la muerte. Habla de la muerte en vida y de los muertos que vuelven a la vida” Y añade: «Y es una historia de familia: una familia que supera esos fantasmas, se libera del peso del pasado y puede mirar hacia adelante”.
Para Elena Anaya, su personaje de Lupe «vive en esa realidad que se ha creado ella». «Tiene que ser tremendamente duro y sufrido vivir 14 años sin salir de tu casa, con un hijo que prácticamente no te habla y con una madre que tira de la familia», por eso ella «está muerta en vida y sin querer seguir adelante y será un fantasma del pasado la que le hace que se despierte y que vuelvan las ganas de vivir», ha comentado.