El francés Benoît Jacquot estrena en el certamen italiano un triángulo amoroso con reminiscencias de tragedia griega

Benoît Jacquot ha presentado en competición en la Mostra de Cine de Venecia «3 corazones» («3 coeurs»), un triángulo amoroso con reminiscencias de tragedia griega con Benoît Poelvoorde, Chiara Mastroianni y Charlotte Gainsbourg como protagonistas, la historia de tres corazones que se incendian y un corazón que se extingue.

La película, una coproducción entre Francia, Alemania y Bélgica, presenta a Marc (Benoît Poelvoorde), un controlador fiscal, de una carga emocional complicado de gestionar: después de una cita perdida con Sylvie (Charlotte Gainsbourg), su flechazo de una tarde en un tren, Marc encuentra y se empieza a encariñar con su hermana Sophie (Chiara Mastroianni) sin conocer el enlace de parentesco entre las dos mujeres. Marc se mude a la Francia rural y empieza su vida con Sophie mientras que Sylvie, ignorando totalmente la identidad de su cuñado, se va a vivir a Estados Unidos con un hombre al que no quiere. De vuelta para la boda de su hermana, la locura pasional llama a la puerta de nuevo…

Benoît Jacquot no pide demasiado a sus actores, que dejan entrever, en la discreción de su juego, su conflicto interior. Incluso el personaje de la madre, interpretado por Catherine Deneuve, podría parecer una figurante más si en sus preguntas y silenciosas observaciones no hubiese una profunda reflexión sobre el reverso del decorado. Alrededor de una elipsis, el espectador no tiene dificultades para entender cómo está al corriente de lo que se trama, sin la ayuda inútil de confesiones lacrimógenas. 3 Hearts evita las efusiones dramáticas. Deja insuflar acompañado a veces de la voz de un narrador que describe el tiempo que pasa en un tono siniestro y monocorde, sin afecto alguno.

En su tercer acto, el cardiograma de la película se embala finalmente hasta un desenlace romántico que será un fallo o un acierto, según la afinidad del espectador con la vida de estos seres humanos, a la vez frágiles y fuertes, a bordo todos de su propia fractura. El narrador abate con su martillo uno de ellos y no podemos hacer más que imaginar lo que les pasará a los otros dos durante las notas fúnebres de los créditos finales.