«Holy Rollers: Jewish Connection» de Kevin Asch compite en Deauville

No está Fernando Rey ni hay persecuciones con el «toque Friedkin». La han subtitulado «Jewish Connection» para intentar establecer un vínculo con aquella obra maestra, pero ni en broma. Todo engaña sobre el papel: en el puente de Brooklyn dos amigos corren eufóricos. La sinopsis avisa de que unos judíos jóvenes ultraortodoxos establecen una línea directa Amsterdam-Nueva York para acarrear píldoras de éxtasis.

La presencia de Justin Bartha (el novio de «Resacón en Las Vegas») y Jesse Eisenberg (el adolescente raro de la divertidísima «Zombieland») hacían presagiar una comedia. Pues nada de nada. La película es más triste que «Yentl» y «Little Odessa» juntas. Mazel Tav.
Kevin Asch, formado en la School of Visual Arts de Nueva York, en la publicidad y la distribución de títulos de calidad («You Can Count On Me», «Croupier») debuta en la dirección de largometrajes a partir de unos hechos reales que descubrió en la prensa allá por 2005. El descubridor fue el actor Danny Abeckaser que detectó que hacía 1990 un traficante israelí utilizó jóvenes ingenuos judíos hasídicos como camellos para «importar» hasta un millón de píldoras de éxtasis a Nueva York. Abesacker se hace cargo del personaje de Jackie Solomon, un judío nada ortodoxo.
El protagonista es un devoto joven que estudia con el rabino del barrio para sucederle, Sam Gold (Jesse Eisenberg). Prometido a una virtuosa y rica joven, vive los mandatos hasídicos estríctamente bajo el severo mandato de su ultrareligioso padre (Mark Ivanir). Con él, trabaja en una modesta y polvorienta tienda de telas. La tentación viene de su hedonista vecino Yosef (Justin Bartha), cuyas estrategias de camello han quedado agotadas y descubre en los ingenuos jóvenes pertrechados de vestiduras negras, enormes sombreros y tirabuzones a los traficantes ideales. Tanto en los aeropuertos de JFK como en Schiphol, la policía de aduanas apenas repara en sus tristes figuras con carros cargados de enormes maletas.
Es entonces cuando el film da un giro y entra en las contradicciones entre la extrema ultraespiritualidad del joven Schmuel-Sam, su vocación rabínica y su sueño matrimonial con la hedonista vida de las drogas, el alcohol y el sexo fácil. La historia cae en los más manidos cliches y la tortura del joven, francamente, no preocupa a nadie en el patio de butacas. Proyectada esta mañana, la película coincide con otros temas afines a los seguidores de la Kabbalah en la jornada ventosa y lluviosa de hoy en la región de Calvados: «The Joneses»; con la seguidora del culto de la Kabbalah que es Demi Moore (un fracaso de taquilla allí donde se ha estrenado), «3 Backyards», de Eric Mendelsohn, ganador con este título del premio al mejor director del pasado Festival de Sundance y, en la noche de gala, «Love An Other Impossible Pursuits», con otra israelí de pro, Natalie Portman. Lo dicho: Mazel Tav.