La actriz vive su gran momento con el Bafta de honor

Vanessa Redgrave se prometió a sí misma no llorar, y lloró. La trotskista republicana partidaria de la abolición de la obsoleta monarquía encarnada por los Windsor, realizó una esforzada genuflexión (73 años) ante el último vástago de la estirpe Battenberg (rebautizada Mountbatten para borrar vestigios alemanes), el príncipe Guillermo, segundo en la línea al trono de la Corte de San Jorge. Su discurso de aceptación del BAFTA de honor a una vida y carrera fue errático, conmovedor, familiar y lo remató con un beso lanzado al aire a toda la audiencia al igual que hacía su madre, la actriz Rachel Kempson. El público en el teatro de la Opera del Covent Garden londinense lo recibió aplaudiendo en pie.

Y es que Vanessa Redgrave, que hace casi un año perdió a su maravillosa hija Natasha Richardson en un desgraciado accidente de esquí en Canadá, vivió la entrega del galardón el pasado domingo como un evento familiar. Recordó como sir Laurence Olivier anunció su nacimiento desde las tablas del Old Vic en 1937 donde representaba «Hamlet» espetando al público: «Ha nacido una gran actriz de teatro. Laertes ha tenido una hija». A Laertes lo interpretaba su padre Michael Redgrave, reputado actor y bisexual. De hecho, Vanessa vivió su infancia acompañada del «tío» Bob Michell, su vecino y amante de su padre.

La actriz, Oscar secundario de Hollywood por «Julia» en 1977, estuvo en la noche del pasado domingo acompañada de su hija Joely Richardson (habida de su matrimonio con el también bisexual Tony Richardson, que la abandonó por Jeanne Moreau) y su compañero sentimental desde que representaran juntos «Camelot», el italiano Franco Nero. Con ellos, Carlo, el hijo de ambos. Emocionada y empañándose las lágrimas con la mano, Redgrave rememoró a sus abuelos y padres. Y al padre y madre (la difunta Diana Spencer) del príncipe Guillermo, junto a ella en el escenario, como nuevo patrón de la Academia de Cine, en sustitución del muy enfermo Lord Richard Attenborough y siguiendo la tradición familiar, desde que su abuelo fue también patrón de la Academia.

El público del Teatro de la Opera mantuvo la respiración, ya que Redgrave es famosa por sus incómodos discursos. Aunque educada en el elitista colegio Queensgate, pronto destacó como una idealista que entendió a través de las ideas de Trotski el materialismo dialéctico. Eso le ha llevado a esta marxista revolucionaria a apoyar las reinvindicaciones de los palestinos, rebeldes chechenos, libios y hasta al coronel Gadafi. Según su hermana Lynn Redgrave, Vanessa mantiene firme su vocación de Juana De Arco contemporánea.

Es notorio que un amante del pasado, Timothy Dalton, la abandonó por pasar más tiempo en mítines sindicales que con él. Su hija Natasha, de niña, se quejó de la ausencia materna. En 2007, Vanessa Redgrave pidió públicamente perdón a su hija por haberla descuidado de niña. Dos años más tarde, Natasha Richardson murió y lo hizo en coma, en brazos de su madre, que le cantaba su nana favorita. El domingo en el Covent Garden, Redgrave demostró que la belleza que impactó a bordo de «Blow Up» de Michelangelo Antonioni sigue intacta. Los años y las tragedias familiares no han hecho sino realzarla.