«Lázaro» es un montaje hecho de retazos de memoria, roto, a semejanza de su protagonista. Tres actores, un montón de ropa, y algo música serán lo único necesario para contarnos esta crítica ácida a la sociedad de su tiempo, al oír, ver y callar, a la doble moral, que nos devuelve, como un espejo, una imagen clara de lo que aun somos.
En el siglo XVI, el imperio más imponente «donde no se ponía el sol”, vaciaba las arcas en las luchas de religión. Paradójicamente, España, extraordinariamente rica, se moría de hambre. Cinco siglos después, la crisis económica, los intereses sustentados por medios opresivos y al amparo de la ley y el poder institucional, se revelan como fundamento tanto de la historia de «Lázaro» como de la actualidad. Lázaro es el paria de ayer y de hoy que logra integrarse en la sociedad porque renuncia a su honra, un privilegio que detentan sólo las clases económicamente fuertes.
La obra narra el camino hacia la pérdida de la inocencia en un espectáculo donde el público es partícipe de este viaje/aprendizaje, a veces como observador y otras de forma activa, cómplice del engaño. Los actores manipularán el espacio para crear significados interpretando personajes, objetos o incluso luces en una puesta en escena ambientada con música en directo.
Según explican Ayala y Oyarzun, la génesis del espectáculo se remonta a abril 2009, cuando se realizó un proceso de investigación que dio lugar a una breve presentación de 20 minutos en el Instituto Cervantes de Londres. Después, el proceso de ensayos tuvo lugar entre el Instituto Cervantes de Londres, La Farinera del Clot de Barcelona y el Centro Cultural Joan Manuel Serrat de Algete (Madrid). Dicho proceso se enriqueció con una serie de talleres en colaboración con La Chavalería de Barcelona y La Corsetería de Madrid, el nuevo centro de Teatro Fronterizo dirigido por José Sanchís en Madrid.
Miguel Oyarzun explica que la lectura de esta obra, que se llevó a Londres, donde vive seis meses al año, le pareció de una «enorme relevancia» en el momento actual y pensó que se le podía sacar mucho partido como función de teatro. «Era un bonito juego que iba desde la comedia más burda hasta el drama más naturalista», dice.
El espectáculo que propone la compañía es una obra «rota cronológicamente». Ayala es el director de la función, y Oyarzun, Daniel Gallardo y Miguel Pérez-Muñoz son los actores en este montaje en el que ofrecen «diferentes Lázaros y distintos momentos de este personaje», una apuesta que el público ha entendido muy bien.