Carme Elías, David Bagés, Lluïsa Castell, Gabriela Flores, Llorenç González, Pepa López y Albert Pérez INTERPRETAN EL DRAMA DEL DIOS QUE OTORGÓ EL FUEGO A LOS HUMANOS

El Teatro Valle Inclán de Madrid, perteneciente al Centro Dramático Nacional, estrena este viernes 10 de diciembre un montaje de «Prometeo», de Esquilo pasado por el tamiz de Heiner Müller, con dirección de Carme Portaceli, que permanecerá en escena hasta el 16 de enero de 2011.

El mito de Prometeo es un mito complejo, extraño. Habla de un dios que otorgó a los humanos el fuego, del que derivan todas las artes, y que también les otorgó la escritura y los números que están en el origen de todo conocimiento y de toda ciencia, y que también les otorgó la esperanza, que nos hace desear el futuro. Zeus lo castiga por haber robado el fuego de los dioses para darlo a los mortales –los efímeros, dicen los griegos, una palabra muy acertada–. Pero el castigo al que Zeus somete a Prometeo nos parece hoy de una desproporcionada injusticia, sobre todo porque, en el imaginario de Occidente, la descripción que Esquilo hace en su obra del castigo de Prometeo se parece mucho a una crucifixión. Pero Esquilo veneraba a Zeus como a un dios de justicia.
La obra, interpretada por Carme Elías, David Bagés, Lluïsa Castell, Gabriela Flores, Llorenç González, Pepa López y Albert Pérez, contando además con Anton Jarl, Ivan Kovacevic, Dani Nel·lo y Jordi Prats como los músicos en escena, es una producción del Centro Dramático Nacional y del Grec 2010 Festival de Barcelona (FEI)
Heiner Müller explica que «Prometeo» es un trabajo de circunstancias: «Me interesaban las incongruencias en

el antiguo texto, pulidas o borradas por las traducciones corrientes (pertenecientes, en general, a la época del emperador Guillermo II), aunque no tanto en la versión de Voss, realizada ante las puertas de la revolución burguesa. Las contradicciones del protagonista entre logro y vanidad, conciencia y sufrimiento, inmortalidad y temor a la muerte. Las contradicciones geográficas y temporales en la profecía a Ío, etcétera. La tradición penetra en el texto, los errores señalan la «obra» como trabajo. No se trata de apropiarse (propiedad), sino de usar (trabajo). Esto motiva la renuncia a la explicación (aclaración de pasajes oscuros, traducción = interpretación de nombres propios), que estrecha el círculo de los posibles significados».