Una comedia delirante abordada con rigurosa y absoluta seriedad

«El inspector», escrita por el ruso Nikolái Gógol y estrenada en 1836, parece heredera de «El retablo de las maravillas» y antesala de «Bienvenido Mr. Marshall». Una comedia delirante sobre la corrupción, abordada con rigurosa y absoluta seriedad. Ahora el reciente Pemio Max Miguel del Arco firma el montaje que el Centro Dramático Nacional en su sala Valle Inclán de Madrid estrena este viernes 4 de mayo.

«El inspector» es una comedia delirante que reúne en escena un elenco de 12 actores: Fernando Albizu, Jorge Calvo, Manolo Caro, Gonzalo de Castro, Pilar Castro, Javier Lara, Juan Antonio Lumbreras, Raúl Márquez, José Luis Martínez, Chiaki Mawatari, Patxi Pascual, Ángel Ruiz, Macarena Sanz, Manuel Solo y José Luis Torrijo, además de tres músicos, que satiriza la codicia y la estupidez de los burócratas. Miguel del Arco recuerda cómo ya entonces «la profunda corrupción del sistema lo invadía todo». A pesar de ese tono de comedia, Del Arco cree que el fondo que trasluce la obra «es terrible, casi devastador, es como un vodevil».
En su pieza corta «A la salida del teatro», Gógol esconde en un rincón del hall de un teatro al autor de la representación que acaba de ofrecerse – queda claro que se trata de «El inspector»–, para escuchar los comentarios del variopinto público que ha asistido. Un espectador que se ha visto reflejado dice muy ofendido: «Con la risa no pueden gastarse bromas. Esto equivale a destruir todo respeto. Ni más ni menos. Después de esto, se me acercará cualquiera en la calle y me dirá: se ríen de vosotros. Tú tienes la misma categoría, así que ¡toma una bofetada!». Otro dice: «El autor no ha sacado a un hombre honrado siquiera. No se ven más que pillos y pillos». Tras escuchar todo tipo de opiniones y congratulado por la diversidad de éstas: «Feliz el autor que nació en una nación donde la sociedad no se ha fundido aún en una masa inmóvil», reflexiona, sin embargo, sobre la tristeza que se adueña de su corazón: «Nadie ha advertido a un personaje honrado que figura en mi comedia. Es la risa. La risa era noble porque se decidió a mostrarse a pesar del bajo concepto que de ella se tiene en el mundo. La risa tiene más valor y es más profunda de lo que se piensa. No la risa ligera que sirve de distracción y diversión a los hombres que no tienen nada que hacer. Me refiero a la risa que brota de la diáfana naturaleza humana, que profundiza el tema de que se trate y hace resaltar lo que de otro modo pasaría inadvertido, sin la penetrante fuerza de la cual no asustarían tanto al hombre la pequeñez y el vacío de la vida. Lo despreciable e insignificante, ante lo cual pasa con indiferencia a diario, no se convertiría para él en una fuerza terrible, casi caricaturesca, y no exclamaría estremecido: ‘¿Es posible que existan tales seres?’, siendo así que su propia conciencia le dice que los hay incluso peores todavía. No, la risa no es indigna. Indigna lo tenebroso, mientras que la risa es luz. Las burlas son lo que más temen incluso los que nada temen en el mundo».
La adaptación, también a cargo de Del Arco, de los directores de moda del actual panorama escénico español, está «muy pegada al original aunque se han limpiado referencias muy rusas y en cierto sentido se ha españolizado. No me interesaba situarla en Rusia cuando en España tenemos la corrupción que tenemos», explica. Aunque hay algunas pinceladas que recuerdan a Valencia (aparece en escena una mujer vestida de fallera), Del Arco aclara que no existe un ánimo de criminalizar esa Comunidad pero también ha agregado que no le importa que el público lo relacione con Francisco Camps: «culpa no le falta», asegura. La función permanecerá en el escenario del Teatro Valle Inclán de Madrid hasta el próximo 16 de junio.