LA OBRA DE ANTON CHÉJOV en versión de L’Om Imprebís con dirección de Santiago Sánchez

Una casa de campo en Rusia. Cuatro hombres y cuatro mujeres en plena madurez, llenos de deseos y pasiones cruzadas, toman conciencia de que el destino de sus vidas comienza a escapárseles. Quizás pudieran soñar con otras formas de vivir más felices, quizás deban decidir, simplemente, entre negar la realidad o tener el valor de afrontarla.

De la mano de Santiago Sánchez, los últimos espectáculos de L’Om Imprebís («Galileo» de Brecht, «Quijote» de Cervantes o «Calígula» de Camus) han tratado del idealismo y la utopía. De su necesidad y sus riesgos. Ahora, asistimos al peligro de aceptar, sin más, una realidad que acaba aplastando al ser humano. Porque la metáfora que Antón Chéjov creó en esta gran obra también se basa en las emociones y los sentimientos.
Con humor, con ternura, con emoción, un elenco excepcional de actores (Rosana Pastor, Carles Montoliu, Sandro Cordero, Xus Romero, Vicente Cuesta, Paca Ojea, Carles Castillo y Carmen Arévalo) plantea a quien los ve y escucha un dilema eterno: reaccionar o resignarse. La obra se estrena este 11 de enero y permanecerá en el escenario de los teatros del Canal hasta el día 22 de este mismo mes.
Antón Chéjov escribió «Tío Vania» -posiblemente su obra más hermosa y conmovedora- cuando el siglo XIX tocaba a su fin. El maestro ruso presenta con cercanía y sutileza a ocho seres humanos que, rehenes en un juego lleno de trampas, podrían ser hijos de cualquier tiempo y lugar. Porque poco importa el argumento, la época o el país. Inquietantemente familiar, es fácil para el espectador de hoy reconocer el juego y sus reglas: cuanto más nos empeñamos en la huida, más nos enredamos en la tela de araña de la que tratamos de escapar.
Con luminosos cuadros de costumbres, hilvanados con un humor feroz, Chéjov construye una metáfora brillante, desasosegante en su proximidad, sobre la miseria que se esconde en nuestras rutinas y sobre la posibilidad de luchar por una vida mejor y conseguirla.

Una personal versión de Tío Vania, llena de ritmo y emoción, con la que el director Santiago Sánchez nos conduce a través de un laberinto de espejos en el que vernos cómicamente reflejados. Subyugados por las circunstancias, pero también capaces -si de verdad lo deseamos, si de verdad estamos dispuestos a reaccionar- de vencerlas.