(Publicado en Viva Huelva)

María España, la mujer de Francisco Umbral, que desde 2007, cuando murió el escritor, lucha por mantener viva la memoria y la obra umbraliana, afirma en la película “Anatomía de un dandy”, después de la muerte de Pincho, a los cinco años, el único hijo que tuvo la pareja: “Paco, mejor no nos vamos a cambiar de barrio por si vuelve Pincho”. El mayor logro de “Anatomía de un dandy”, sobresaliente y emotiva película documental de Charlie Arnaiz y Alberto Ortega, que se estrena en cines el próximo 20 de noviembre, reside en mostrar el alma dolorida del hombre tierno y fieramente humano que fue Francisco Umbral, que por encima de esa vocación de escritor que tanto se ha ensalzado, por encima de sus más de cien libros y 35.000 artículos, artículos que durante mucho tiempo leyeron un millón de personas cada día, por encima de todo eso, decíamos, Francisco Umbral tuvo la vocación de padre.

Umbral, según relata el documental, se marchó a un viaje al extranjero y volvió cargado de regalos y anécdotas que compartir con su hijo, pero se sorprende con que el niño está interesado, sobre todo, en que su padre ha perdido el botón de la chaqueta durante la travesía, le habla una y otra vez del botón, y Umbral, en sonido de entonces que recupera el documental, reflexiona sobre lo imprevisible de la infancia, sobre el descubrimiento constante que es un niño, y entonces decide escribir un libro sobre el proceso de ver crecer a su hijo, empieza la escritura feliz del libro, pero Pincho enferma y muere, y Umbral nos dejó “Mortal y rosa”, libro descomunal, desgarrador y eterno, “esta corporeidad mortal y rosa donde el amor inventa su infinito”, Umbral, el hombre que escribiría decenas y decenas de libros, la escritura perpetua, para protegerse del dolor, Pincho calvo por su enfermedad, tan niño, “no soporto una humanidad donde los niños sufren”, escribe Umbral, que fue un escritor sensacional, pero sobre todo tuvo, insistimos, vocación de padre.

Fue un poeta que escribió en prosa. Y lo hizo con una facilidad absoluta, golpeando el teclado de su Olivetti “como si fuera una metralleta”. En los años 80 y 90 todos querían salir en las negritas de los artículos de Umbral. El escritor un día hablaba bien de una marquesa, y semanas después la criticaba sin piedad, viene a decirse en la película. Pero David Gistau, que ya está también en los cielos como Umbral y Pincho, recuerda en el documental que en un cóctel, después de la grave enfermedad que Umbral sufrió en 2003, de la que quedó malherido, en ese cóctel el escritor permaneció sentado, mientras los demás invitados estaban de pie, riendo, charlando, y casi nadie se acercó a saludar a ese Umbral envejecido y enfermo, con cierta dificultad para hablar. “Lo observé durante aquella fiesta y se comía una miga del bollo que tenía al lado y a continuación se introducía otra miga en el bolsillo de la chaqueta”, reseña David Gistau.

Umbral en el Café Gijón. Umbral en Madrid. Umbral, que nunca fue aceptado por los académicos. Umbral recibiendo el Premio Cervantes. En ese discurso advirtió: “Quiero dejar aviso de lo que está pasando, la muerte de los libros y la herida en la idea”. Umbral, que de botones en un banco de Valladolid durante la adolescencia alcanzó la gloria literaria. “El éxito está vacío”, dijo. Umbral, que afirmó cuando era muy joven: “Los grandes se han muerto escribiendo el artículo de ese día, que es a lo que yo aspiro”. Francisco Umbral falleció el 28 de agosto de 2007 mientras intentaba dictar a su mujer, María España, el artículo de ese día. El matrimonio no se cambió de barrio por si volvía Pincho.