Vive anclado a una silla de ruedas tras una brutal caída por las escaleras

Casi a los 88 años (en agosto), el director y actor lord Richard Attenborough, uno de los más admirados y queridos del Reino Unido, lleva sufriendo un suplicio de salud desde hace cuatro años. Tras perder a tres familiares (sus hijas Jane Holland, de 49 años, nieta Lucy, de 15, y Audrey, de 81, la suegra de Jane) en el tsunami brutal que se llevó las vidas de miles de personas en 2004 en el mar Índico, un suceso trágico familiar que le sumió en una profunda tristeza, sufrió una enorme caída en las escaleras de su mansión que le sumió en un coma tras dañarse el cerebro.

Lord Richard Attenborough estuvo ingresado en un hospital londinense varios meses hasta que recuperó la consciencia. Desde entonces, vive anclado a una silla de ruedas y apenas puede comunicarse con su familia.

Su hermano, el documentalista, naturalista y enviromentalista David Attenborough, de 84 años y muy unido a él, ha confirmado que jamás volverá a dirigir películas, el motor de su vida. El hijo de este ganador del Oscar, Michael Attenborough, en declaraciones al Daily Telegraph ha declarado: «Para él resulta muy duro tener que moverse en una silla de ruedas porque su carácter dinámico no ha sufrido merma, pero sí su capacidad del habla. Apenas puede comunicarse. Lo peor es que frenar a mi inquieto padre es cómo intentar arrebatarle la botella a un alcohólico».

Una de las pocas alegrías recientes que el paciente ha vivido ha sido comprobar como su equipo de fútbol, el Chelsea, se proclamaba campeón de la Liga de Campeones tras vencer, en un tenso partido, al Bayern de Munich alemán. Lord Richard Attenborough es presidente vitalicio del club y los jugadores lo primero que hicieron a su regreso, fue entregarle el trofeo. Narra Michael: «Vencieron el sábado por la noche, volaron de regreso el domingo y el lunes, a las 9:00 de la mañana lo depositaron en sus manos».

«Mi padre insistía en ponerse un traje y mi madre, la actriz Sheila Sim con la que lleva casado 67 años, le dijo: «no querido, te encontrarán tal y cómo estás. Pero, se emperró en ponerse un traje y la bufanda de su amado Chelsea. Tomó orgulloso la copa y fue un momento emocionante para todos». Nacido en Cambridge en 1923, hijo de Mary Clegg, fundadora del Consejo de Guía Matrimonial, y de Frederick Levi Attenborough, decano del Emmanuel College. Tras la Universidad, paso por RADA, donde decidió su vocación actoral.

Richard Samuel Attenborough ha participado en películas seminales del siglo pasado. Como actor, sus últimas películas han sido «Elizabeth» (1988), junto a Cate Blanchett y «Puckoon» (2002). Para Steven Spielberg fue el excéntrico John Hammond en las dos primeras «Parque Jurásico» y, pese a su aspecto bonachón y afable fue el asesino en serie John Christien de «El estrangulador de Rillington Place» («10 Rillington Place»), de Richard Fleischer y en «Brighton Rock» (1947), a partir de una novela de Graham Greene. Estuvo en «El vuelo del Fénix» (1965), «Guns at Batasi» (1964) y la trágica «La gran escapada» (1963), de John Sturges.

Dirigió 12 títulos, entre otros, «Tierras de penumbra» («Shadowlands»), con Anthony Hopkins como C.S. Lewis, «Chaplin» (1992), a la mayor gloria de un mercurial Robert Downey, jr., la épica histórica «Gandhi», con Ben Kingsley y ganadora de ocho Oscar, dos para Attenborough como director y productor. La bélica «Un puente muy lejano» (1977), con un reparto espectacular y «Oh ¡Que guerra tan bonita!» («Oh! What a Lovely War», 1969) con un jovencísimo Colin Farrell y la I Guerra Mundial como telón de fondo con música y marchas miliares.

Humanista, filántropo, mecenas y defensor de la educación y los desvalidos, se ha hecho acreedor de innumerables premios en reconocimiento a sus esfuerzos. Uno de los capítulos de su biografía íntima menos conocida, es que salvo a cientos de niños judíos a escapar de una muerte cierta en los campos de concentración del nazismo. Personalmente, fletó varios barcos que los trasladó desde Bilbao al Reino Unido. A lord Richard Attenborough, muchos le deben la vida y grandes horas del mejor cine.