La actriz holandesa protagoniza una emotiva velada en el Vredenburg de Utrecht

Carice Anouk van Houten (Leiderdorp, 1976) es la actriz más famosa y querida del último cine holandés. Todo lo que toca -«Alles is Liefde», «El libro negro», «Stricken» y la aún en cartelera «El ama de casa feliz»- se convierte en número uno. Fue Nina von Stauffenberg junto a Tom Cruise en «Valkyria» y ahora estrena en Holanda «Repo Man», con Jude Law. Puebla las portadas con sus inmensos ojos y rostro de porcelana melancólicos. Dotadísima actriz teatral, intérprete de clarinete y loca por la música, ayer participó con un entregado público en un evento muy especial: «La noche de Carice Van Houten», en el Vredenburg de Utrecht.

Durante ocho horas, con dos interrupciones, la diva estuvo en el escenario manteniendo una charla sobre su pasión por la música (superior al de la interpretación), el orígen de la misma y con la complicidad de músicos, cantantes, niños prodigio, cine, su propio padre y dos mil personas en estado de trance.

El gran pabellón Vredenburg erigió un salón contiguo donde su padre, Theodore van Houten, escritor británico-holandés, musicólogo, periodista, traductor, conductor de programas de radio y especialista en cine mudo, impartió una clase magistral sobre los orígenes de las bandas sonoras, acompañándose de un piano, una Heineken, el Gordo y el Flaco y el «Napoleón» de Abel Gance. Carice recordó como él la llevó a ver la obra maestra a los cinco años, momento en el que supo de su destino de actriz.

Ocho horas maratonianas de música y confesiones revelaron a una actriz sensibilísima, seductora, con la lágrima siempre a punto y muy expresiva. Vestida con moderna elegancia, con su rostro de porcelana, recordaba a estrellas del pasado como Lillian Gish. La velada cinematográfico-musical se abrió con el «Manhattan», de Woody Allen y la «Rhapsody in Blue», de Gershwin interpretada por la Orkest van het Oosten, bajo la dirección entusiasta de Ivan Meijlemans. Le siguieron piezas de Grieg, Sjostakovitisj y Strauss, en alemán, cantado por la soprano Kelly God.

El segundo bloque fue entusiasmante, sobre todo por la participación de los niños prodigio hermanos Arthur y Lucas Jussen (a la imagen del Tadzio de «Muerte en Venecia»). Su interpretación de la Variaciones Goldberg de Bach demostró por qué les ha fichado, a los 14 años, la Deutsche Gramophon. El judío norteamericano Josh Rouse nos llevó hasta Altea («Quiet Town») e interpretó «Lemon Tree» y otros temas de su disco «El turista», no en vano, se enamoró de una española, se afincó en Valencia, compuso la banda sonora de «Vanilla Sky» y hasta se hizo un «Buenafuente» en televisión.

La proyección de «The Rink», de Charles Chaplin, con música en directo, fue uno de los hitos de la noche. En el tercer bloque y entregados a ella, el pianista holandés a lo Brel, Theo Nijland, la canzonetista Jenny Arean, su íntimo amigo Rufus Wainwright -recién llegado de su concierto en Amsterdam- y la fenomenal banda de ocho tiarrones The New Cool Collective. Estuvieron tocando hasta las 2:30 y hubieran seguido toda la noche. Todos, y una luna a medias en el cielo, colaboraron para mostrar algo más de la compleja y fascinante personalidad de la más bella, preparada y cautivadora estrella del último cine holandés.